sábado, 27 de octubre de 2012

EL DEPORTE DE COMPETICIÓN EN LA INFANCIA.

Cuando el deporte adquiere la calificación de alto rendimiento, es decir, existe la necesidad actividad física intensa, aparecen una gran cantidad de manifestaciones de tipo psicológico cuya intensidad y presentación carecen de uniformidad. Muchas de estas alteraciones son pasajeras pero otras permanecen y acaban influenciando el comportamiento del individuo.

Al decir alteraciones no necesariamente estamos hablando de algo negativo, ya que en muchas ocasiones se producen beneficios sobre la personalidad, el carácter, la ansiedad, la autoestima (Morgan, Bahrke, y otros citado por Marcos Becerro F. J., 1989).

Por otro lado, psicólogos, afirman que en niños deportistas aparecen rasgos en la personalidad como la dominancia, la dureza, la agresividad y la estabilidad emocional (Cooper citado por Marcos Becerro F. J., 1989). También aparecen otros aspectos como la deportividad, la convivencia, la cooperación o la moralidad.

Además existe la creencia de que la agresividad y la violencia se atenúan y se transforman en energía deportiva.

-El estrés: Los estímulos emocionales tienen la capacidad de producir trastornos funcionales y orgánicos, y el deporte de competición es uno de ellos. El estrés que produce la competición puede llevar a situaciones de superación de nuestras marcas o a no ser capaces de rendir al nivel idóneo, además de que una situación de estrés prolongada puede provocar que la fatiga aparezca con anterioridad al momento crítico.

Otro aspecto muy en consonancia con el estrés es la motivación, que en su punto intermedio es muy beneficiosa pero que cuando es excesiva se puede convertir en muy negativa. 

-Otros efectos: Un aspecto que pocas veces se tiene en cuenta, es que muchas de las alteraciones que hace visibles la competición en las edades infantiles, ya existían con anterioridad a la práctica. El deporte sólo hace que las podamos ver.

Muy determinante para la psicología infantil es la disposición de los padres hacia el logro; ya que si las metas que se desea que el niño alcance son excesivamente altas, la no consecución del objetivo provocará frustración y sentimiento de inferioridad en el niño. Además, la excesiva exigencia podrá derivar en otro tipo de problemas como puede ser la aparición de lesiones, o el rechazo de cualquier tipo de actividad física por parte del joven.

El tipo de motivación que tengamos respecto a la competición determinará el modo de actuación del niño, así; una motivación intrínseca (satisfacción personal) o una motivación extrínseca (atención dirigida al premio y al reconocimiento externo) determinarán que el niño se comporte con el paso del tiempo de un modo más o menos violento o agresivo (Lepper y Greene, citado por M. B., 1989).

Anteriormente hablábamos de estrés, ahora diremos que su acumulación provocará situaciones de ansiedad, que se verán afectadas por la importancia de la competición, por la proximidad a ésta o por el mero hecho de que “mis padres y amigos han venido a verme”.

Hemos planteado una actividad deportiva infantil con aspectos positivos y negativos sobre la psicología del niño, y como conclusión podemos remitirnos a McAfee (citado por M.B., 1989) cuando dijo: “A lo largo de la vida del deportista se producen numerosos conflictos entre la necesidad de conseguir la victoria para obtener la recompensa, y la deportividad…Cuando los niños crecen aumenta el atractivo por la recompensa, llegando a constituir ésta el atractivo mas poderoso.” 


















Referencias Bibliográficas:


Marcos Becerro J. F. (1989). El niño y el deporte. Madrid: Rafael Santonja Gómez.