El deporte ha sido reivindicado en los últimos años, como instrumento privilegiado de integración con unas posibilidades excepcionales, por sus características propias, valores y potencial de relación y sociabilidad. Sin embargo, normalmente se suele tratar el deporte más como instrumento de preservación de la identidad, que como vehículo de integración y comunicación inter-étnica.
Pero ¿qué es lo que se entiende por integración? Habitualmente, acostumbramos a decir que “alguien” se integra cuando adopta, sin más, las pautas de la sociedad dominante: lengua, religión, vestimenta, hábitos… O no se integra si no cumple con estas pautas. Pero esto no es así, y para comprender mejor qué es la integración, debemos tener en cuenta que tanto la cultura como la sociedad no son en absoluto estáticas ni inamovibles, sino todo lo contrario, son dúctiles y dinámicas y se encuentran en movimiento y evolución continuas. Así, algunos aspectos de la cultura dejarán de formar parte y otros nuevos se incorporarán. Además tenemos que ser conscientes de que esta integración no se da, ni se puede dar nunca, unilateralmente por parte de los “recién llegados”, sino que necesita una adaptación continua, una cierta “puesta al día” por parte de todos los integrantes de la sociedad, sin distinción.
Teniendo en cuenta las limitaciones sociales y legales impuestas, debemos entender la integración como el hecho de dar a los individuos y/o a los grupos, los elementos necesarios para llevar a cabo una cotidianidad compartida y, en la medida de lo posible, al mismo nivel entre todos los componentes de la sociedad. Esta integración supondría una doble vía: por parte de los que ya viven, ser conscientes y adaptarse a los cambios; y por parte de los recién llegados, de manera que puedan incorporarse a una dinámica ya establecida de la que deberán aprender buena parte de los elementos necesarios para la convivencia, pero a la que también aportarán parte de su bagaje.
Por su parte, cuando hablamos de inmigración estamos hablando de manera conjunta de un colectivo que en realidad es muy diverso, ya sea por motivo de su origen como por su trayectoria. Por otro lado cometemos el error de incluir dentro de este colectivo a muchas personas que no son inmigrantes, ya que nunca han emigrado de ninguna parte, sino que han nacido y se han criado en la misma sociedad que los autóctonos y no son, por lo tanto, inmigrantes (puede ser que ni siquiera conozcan el lugar de origen de sus padres).
El deporte, como parte de un imaginario construido alrededor de un “nosotros” y, por tanto, como elemento de identidad, es también susceptible de convertirse en un instrumento de integración; es decir, en un elemento capaz de introducir a los “otros” en el “nosotros”, aportando elementos a favor de la convivencia social.
Por ejemplo, la antropóloga Teresa del Valle, en su obra Korrika vasca, manifiesta como esta práctica deportiva construida y utilizada como elemento de identidad, se emplea para integrar en el “nosotros” vasco a todos aquellos que la practican. Este es un claro ejemplo, en el que la práctica deportiva al servicio del idioma, ofrece a los “de fuera” la oportunidad de entrar a formar parte y de participar activamente en el “nosotros”. Otro ejemplo que podemos nombrar, es el caso del asociacionismo en clubes deportivos donde se aglutina un importante sector asociativo, que reúne a personas de orígenes diversos bajo unos mismos valores.
Así podemos ver como la integración a través del deporte, lleva a una transformación intercultural de éste, dotándole de un contenido social diferente, reformulado a partir de las diferentes aportaciones de los “nuevos” miembros que entren a formar parte de él. Un claro ejemplo de esto es la victoria del equipo francés de fútbol en el Campeonato del Mundo de Francia en 1998. Debido a la diversidad de orígenes (europeos, magrebíes, oceánicos, caribeños, etc.) de los jugadores de la selección francesa, levantó en Francia cierto “orgullo intercultural”, llegando más allá de lo estrictamente deportivo, y demostrando que el fútbol, como parte del deporte que es, puede ser un instrumento capaz de integrar a los de fuera, entre los de dentro. Incluso un 50 % de la población francesa, según una encuesta realizada por el diario francés Le Journal du Dimanche después de la victoria en el Mundial, se había manifestado partidaria de la legalización de la situación de los inmigrantes clandestinos en el país, consiguiéndose nada menos que la integración de la población de origen extranjero en un 90 %.
Uno de los errores que podemos cometer y que deberíamos evitar cuando se organizan actividades deportivas específicas de cara a la “integración” de los inmigrantes, es que estas actividades acaben siendo catalogadas por la población en general como “cosas de inmigrantes”, consiguiendo el efecto contrario al deseado, ya que más que servir como instrumento de integración acaban siendo una herramienta de segregación social. Y este es el problema, que no hay garantía de que con el deporte se eliminen las diferencias culturales y se olviden los prejuicios, ya que en muchas ocasiones cabe pensar que, por el contrario, sirve más bien como refuerzos de éstos, cuando existe, y que en algunos casos incluso llega a originarlos.
El deporte podría unir a personas muy distintas en cuanto a religión o sus puntos de vista y también de muy distinto origen étnico y favorecería así su integración en una asociación; ayudar a superar barreras sociales y servir como contraposición a la separación de la sociedad en distintos bloques enemistados entre sí política y socialmente. El problema es que esta aportación del deporte normalmente se hace de forma generalizada, lo que hace que sea escasa. En cuanto a esto, debemos decir que las propuestas y proyectos del deporte se suelen basar en general en una imagen simplista y, según explica Klaus Heinemann, demasiado sencilla de la sociedad. Parten de la base de considerar a ésta como una formación social caracterizada por todos los valores comunes, las bases éticas, las formas del estilo de vida, de la organización del trabajo y tiempo libre, etc. Por lo tanto la integración, en este sentido, significará la inclusión en esta sociedad a fin de cuentas homogénea.
Pero estos conceptos de sociedad e integración son excesivamente simplistas. Ésta no es la imagen de las sociedades modernas, las cuales se caracterizan precisamente por la variedad y la flexibilidad de los planteamientos de vida, la heterogeneidad en la orientación de valores, la diversidad de los principios éticos, los distintos modos de convivencia dentro de la familia y la organización del trabajo y la vida profesional. Así, mediante el deporte podemos descubrir y practicar estos valores esenciales de las sociedades modernas como por ejemplo, la perseverancia para llegar al éxito, la orientación hacia el rendimiento, el soportar derrotas y asimilar victorias, el reconocimiento y el cumplimiento flexible de normas y valores sociales fijos, etc.; este proceso socializador (deporte), es importante para los inmigrantes puesto que sería la forma más rápida de familiarizarse con estos valores que hemos explicado.
Una pregunta básica es si es más propicio para el proceso de integración y el efecto de socialización del deporte, que los inmigrantes practiquen deporte dentro de una asociación en la que ya se encuentren miembros procedentes de su país (asociaciones étnicas); o si debería fomentarse la inscripción de éstos en asociaciones multiétnicas. Pues ante esto no hay una respuesta unívoca.
En favor de las asociaciones étnicas, Klaus Heinemann, dice que al estar sometidos a una gran presión de adaptación, debiendo familiarizarse con formas de vida y técnicas culturales totalmente distintas, aprender a adaptarse a un medio totalmente ajeno, y enfrentarse a los retos del nuevo trabajo y la discriminación, se crea como consecuencia en ellos una gran inseguridad, un aislamiento y un distanciamiento. Es en estas situaciones cuando se refugian en asociaciones étnicas.
Ahora bien, en la actualidad la pertenencia a una asociación étnica (favorecido además por la discriminación local) está reforzando el aislamiento de los inmigrantes y dificultando aún más su integración, por lo que quizás debamos abogar por la creación de asociaciones, clubes multiétnicos formados tanto por inmigrantes como por ciudadanos autóctonos, para así fomentar verdaderamente la integración de éstos por medio del deporte, evitar ese aislamiento que se está produciendo en muchos casos, y cambiar la mentalidad de los ciudadanos autóctonos con respecto a este tema (gran culpa también en este problema actual).